viernes, 22 de septiembre de 2017

La Casa Oscura

Basado en un hecho tan real , que casi no es un cuento.
De Mariel Corzo

Me acaban de mudar a una casa oscura que yo no elegí. Estoy desnuda , en el aire hay un desasosiego, un grito sordo de voces desesperadas. No intento salir, hay furias detrás de la puerta que me gritan con odio ¨ ahora hay que pagar la fiesta¨. Y entonces temo haber perdido la cordura, no la memoria que sigue intacta.

Pagaré lo que sea necesario digo, para calmarlas un poco, pero quieren mi sangre y la de mi familia y la de mis amigos y la de mis conocidos.

Solo se callan cuando son alimentadas. Detrás de las cortinas vislumbro manos familiares, acariciándolas, como si fueran gatos. Primero trate de sacarlas de su error, vivir con dignidad no es una fiesta que haya que pagar. Es el resultado de la evolución del ser humano que se ufana por tener más y mejor vida.

Andá a explicarles. Los ojos se inyectan y vomitan un pestilente líquido viscoso mientras afirman ,¨ vos no podes comprarte un plasma, un celular, viajar a Europa¨.

Para reafirmar su voluntad trajeron a una mujer que me me trae el desayuno y me acuesta por las noches. Desesperanza se llama. Tiene las manos frías y los ojos de neón. No me deja dormir, se la pasa cantando toda la noche, no vuelven más.

Las furias se encargan a diario, a toda hora de injuriarme. Comentan en las calles que soy vaga, que no tengo ideales y que voy por el chori.

Soy nueva en este barrio de La Indiferencia. La gente sospecha de mi, sin siquiera conocerme y me insultan, me acusan de robarme todo, a mi que estoy desnuda y triste.

Me han colocado en tarimas altísimas, los alimentos, los remedios. Yo salto y salto por horas . A Veces manoteo una fruta importada de China .

Un clamor se levanta desde el suelo. Debe provenir del sótano que toda casa tiene. No me inquieta, por el contrario. Son voces hermanas que retumban como el latido de un bombo en cada célula de mi cuerpo.

Las furias se atormentan cada vez que el clamor traspasa las paredes y el vidrio blindado de las ventanas sucias. Es entonces cuando envían a extraños escarabajos que bajan al sótano con palos y piedras. Siempre alguna voz desaparece y los vecinos del barrio de la Indiferencia, comentan al pasar, ¨algo habrán hecho¨.

Son tan pocas las furias. Si dejaran de alimentarlas, se consumirían en su propia cobardía.

Me mudaron a una casa oscura que yo no elegí, custodiada por unas furias que nunca mueren. Solo se repliegan cuando han terminado de digerir todo lo que vivió, incluidos los indiferentes que las alimentan y acarician como si fueran gatos.

Si es necesario me dejaré acunar por la desesperanza y perderé la cordura, jamás la memoria que sigue intacta.

LA PIBA DE SOLDATI

1 comentario:

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