Roberto Salinas.
Municipales de Capital (SUTECBA)
NO,
"No la maté". Y no murió en mi turno,
sólo me tomé unos minutos
y le acaricié el cabello,
de inmediato su expresión de dolor cambio, jadeando aún con oxígeno a tope.
Casi inconsciente
acurrucó su mejilla en mi mano,
como "refugiándose" ,
le dije
"-Duérmete.
No estás solita, te estamos cuidando!"
La deje unos minutos
recargarse en la palma de mi mano ,
y con la derecha le acomode la máscara
y le seguí acariciando el cabello.
Su respiración empezó
a relajarse y a bajar.
Hizo un gesto de alivio
muy enternecedor apegándose más a mi mano
y se quedó dormida
sintiéndose acompañada.
Cuando me fui
coloqué un rollito de sábana
con cuidado de no despertarla
para sustituir mi mano en su mejilla.
Sé que ya eran sus últimas horas,
pero al menos
me voy tranquila sabiendo
que se fue apagando en paz .
No hay medicamento
que alivie el dolor emocional
de un moribundo.
Nada puede sustituir un minuto
de calidez humana
para quien ya no le queda nada más
que unas horas o unos minutos ,
y que por causa del COVID
y el aislamiento estricto
ese último instante
se está viviendo en soledad,
lejos de sus seres queridos.
No siempre hay tiempo,
no siempre se puede,
pero cuando se pueda,
hagamos que todo este encierro
no sea en vano.
Cuando la medicina
y el cuerpo
ya dieron todo lo que tenían que dar,
nuestra presencia
es lo único que tienen.
Me siento esperanzada."
(Gran gesto de una colega)
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