El 22 de diciembre pasado, la compañera Cristina Fernández de Kirchner firmó el decreto 2185/2008, mediante el cual se declara a 2009 “AÑO DE HOMENAJE A RAÚL SCALABRINI ORTIZ”, en conmemoración del 50º aniversario del fallecimiento del pensador, escritor y poeta correntino, uno de los máximos referentes de la vida intelectual y política argentina durante la primera mitad del siglo XX, cuya obra, aún vigente, ha echado un poco más de luz sobre esta tierra que el “mapa de la inseguridad” del tilingo De Narváez o los caprichosos desplantes posmenopáusicos de Gorililita Carrió.
La medida, impulsada por la Corriente Consenso Bicentenario, que establece además la realización de actividades, seminarios, conferencias y programas educativos para difundir el trabajo, la vida y obra del autor de “El hombre que está solo y espera”, destaca que “la vida e historia del pensador Scalabrini Ortiz son un ejemplo a seguir por la ciudadanía argentina”, ya que “perteneció a una generación que hizo propias las consignas del desarrollo de la industria nacional y la lucha contra el colonialismo, dilucidando la historia oficial”, y agrega que “el pensamiento nacional se vio ampliamente enriquecido por los aportes de este intelectual”, fundador de Fuerza de Orientación Radical de la Joven Argentina (FORJA), la agrupación política nacida en 1935, junto a otros don grandes pensadores como Arturo Jauretche y Homero Manzi.
Consecuentemente, el decreto dispone que a partir del 1º de enero de 2009, toda la papelería oficial a utilizar en la Administracion Pública Nacional, centralizada y descentralizada, así como en los entes autárquicos dependientes de ésta, deberá llevar en el margen superior derecho un sello con la leyenda “2009 - Año de Homenaje a Raúl SCALABRINI ORTIZ”.
Raúl Scalabrini Ortiz nació el 14 de febrero de 1898 en la provincia de Corrientes, pero de muy niño su familia se trasladó a Buenos Aires. Se recibió de agrimensor, pero siempre mantuvo vivo su interés por la literatura. Su primer libro, titulado “La Manga”, se publicó en 1923, época en que se vinculó con el grupo literario Florida. Luego del golpe de Uriburu, comenzó a trabajar en el libro “El Hombre que está sólo y espera”, un gran intento de investigar el alma argentina donde reflexionó sobre el comportamiento del porteño. “Yo realzaba en mi libro las virtudes de la muchedumbre criolla y demostraba que su valoración no debía emprenderse de acuerdo a las reglas y cánones europeos: daba una base realista a la tesis esencial de la argentinidad y sentaba la tesis de que nuestra política no es más que la lucha entre el espíritu de la tierra, amplio, generoso, henchido de aspiraciones aún inconcretas y el capital extranjero que intenta constantemente someterla y juzgarla”, señaló Scalabrini al respecto.
En 1934 publicó en el exilio una serie de artículos que luego conformarían el libro “Política británica en el Río de la Plata”, en cuyas primeras páginas puede leerse: “El imperialismo económico encontró aquí campo franco. Bajo su perniciosa influencia estamos en un marasmo que puede ser letal. Todo lo que nos rodea es falso o irreal. Es falsa la historia que nos enseñaron. Falsas las creencias económicas con que nos imbuyeron. Falsa las perspectivas mundiales que nos presentan y las disyuntivas políticas que nos ofrecen. Irreales las libertades que los textos aseguran. Este libro no es más que un ejemplo de estas falsías”.
En 1935 conoció a Arturo Jauretche, con quien entabló una amistad que perduró hasta su muerte. De él dijo Jauretche, ya conformada FORJA: “Nosotros llevamos el terreno económico y social lo que la revisión histórica iba descubriendo, y percibimos el hilo conductor de los acontecimientos y la política que los dirigía. Esta fue sustancialmente la obra de Raúl Scalabrini Ortiz, cuyo talento de investigador y de escritor y su voluntad sacrificada de servir al país le costó la pérdida de todos los triunfos materiales que tenía a su disposición, pero lo premió con el título que ya nadie podrá discutirle de ‘descubridor de la realidad argentina’”. A Scalabrini se le deben los célebres Cuadernos de FORJA, donde abordó temas centrales de la dependencia argentina: los ferrocarriles, el endeudamiento financiero y el petróleo.
Un gran mérito de Scalabrini ha sido denunciar y combatir la distorsionada “historia oficial” que se enseñaba en las escuelas, escrita por los cipayos de la oligarquía liberal: “La historia oficial argentina es una obra de imaginación en que los hechos han sido consciente y deliberadamente deformados, falseados y encadenados de acuerdo a un plan preconcebido que tiende a disimular la obra de intriga cumplida por la diplomacia inglesa, promotora subterránea de los principales acontecimientos ocurridos en este continente” (...) “La reconstrucción de la historia argentina es, por eso, urgencia ineludible e impostergable. Esta nueva historia nos mostrará que los llamados ‘capitales invertidos’ no son más que el producto de la riqueza y del trabajo argentinos contabilizados a favor de Gran Bretaña”.
En 1940 apareció su libro “Política británica en el Río de la Plata”, que no tuvo repercusión crítica en ningún diario. Scalabrini denunció el rol de la prensa en un país semicolonial: “La prensa argentina es actualmente el arma más eficaz de la dominación británica. Es un arma traidora como el estilete, que hiere sin dejar huella. Un libro permanece, está en su anaquel para que lo confrontemos y ratifiquemos o denunciemos sus afirmaciones. El diario pasa. Tienen una vida efímera. Pronto se transforma en mantel o en envoltorio, pero en el espíritu desprevenido del lector va dejando un sedimento cotidiano en que se asientan, forzosamente las opiniones. Las creencias que el diario difunde son irrebatibles, porque el testimonio desaparece”. Un concepto que cobra gran vigencia en esta Argentina plagada de “demócratas bienpensantes”.
Respecto del 17 de octubre de 1945, expresó: “Era el subsuelo de la patria sublevado. Era el cimiento básico de la Nación que asomaba por primera vez en su tosca desnudez original, como asoman las épocas pretéritas de la tierra en la conmoción de terremoto” (…) “Presentía que la historia estaba pasando junto a nosotros y nos acariciaba suavemente como la brisa fresca del río. Lo que yo había soñado e intuido durante muchos años estaba allí presente, corpóreo, tenso, multifacetado, pero único en el espíritu conjunto. Eran los hombres que están solos y esperan, que iniciaban sus tareas de reivindicación. El espíritu de la tierra estaba presente como nunca creí verlo”.
Ya en el primer Gobierno Justicialista, Don Raúl se convirtió en el más acalorado propulsor de la nacionalización de los ferrocarriles, medida que se hizo efectiva el 13 de febrero de 1947. Con esto, se plasmaría en los hechos lo expuesto en su “Historia de los ferrocarriles argentinos”.
Uno de los aportes más importantes de este gran pensador nacional fue esclarecer el papel del capital extranjero en los países coloniales y semicoloniales: “Hoy es ya de conocimiento público: 1°) Que el capital extranjero no ha sido promotor del progreso, sino en la estricta medida en que convenía a los países matrices. 2°) Que el capital extranjero es el mayor enemigo de un progreso auténticamente argentino, porque todo fortalecimiento, sea material, intelectual, moral o espiritual, disminuye por simple inercia la presión de la sujeción extranjera. 3°) Que el capital no es una auténtica riqueza –producto del trabajo de otros pueblos– que se agrega al cuerpo nacional. El capital original de todas las inversiones extranjeras es mínimo hasta el desprecio. Lo fundamental de su aporte es la organización de la parte de la economía argentina que cae bajo su control de tal manera que el trabajo y la riqueza produzcan, no salud, fortaleza y bienestar interior, sino más capital extranjero. 4°) Que la influencia del capital extranjero trasciende los límites de su actividad e inficiona con su mefítica influencia todas las jerarquías de la sociedad de tal manera que transforma en enemigos del pueblo a quienes debían ser celosos defensores de sus derechos. Estos acontecimientos adquiridos en el transcurso de los últimos 25 años son los que han acrecentado el sentimiento de resistencia hacia el capital extranjero hasta convertirlo en voluntad de lucha defensiva”.
La medida, impulsada por la Corriente Consenso Bicentenario, que establece además la realización de actividades, seminarios, conferencias y programas educativos para difundir el trabajo, la vida y obra del autor de “El hombre que está solo y espera”, destaca que “la vida e historia del pensador Scalabrini Ortiz son un ejemplo a seguir por la ciudadanía argentina”, ya que “perteneció a una generación que hizo propias las consignas del desarrollo de la industria nacional y la lucha contra el colonialismo, dilucidando la historia oficial”, y agrega que “el pensamiento nacional se vio ampliamente enriquecido por los aportes de este intelectual”, fundador de Fuerza de Orientación Radical de la Joven Argentina (FORJA), la agrupación política nacida en 1935, junto a otros don grandes pensadores como Arturo Jauretche y Homero Manzi.
Consecuentemente, el decreto dispone que a partir del 1º de enero de 2009, toda la papelería oficial a utilizar en la Administracion Pública Nacional, centralizada y descentralizada, así como en los entes autárquicos dependientes de ésta, deberá llevar en el margen superior derecho un sello con la leyenda “2009 - Año de Homenaje a Raúl SCALABRINI ORTIZ”.
Raúl Scalabrini Ortiz nació el 14 de febrero de 1898 en la provincia de Corrientes, pero de muy niño su familia se trasladó a Buenos Aires. Se recibió de agrimensor, pero siempre mantuvo vivo su interés por la literatura. Su primer libro, titulado “La Manga”, se publicó en 1923, época en que se vinculó con el grupo literario Florida. Luego del golpe de Uriburu, comenzó a trabajar en el libro “El Hombre que está sólo y espera”, un gran intento de investigar el alma argentina donde reflexionó sobre el comportamiento del porteño. “Yo realzaba en mi libro las virtudes de la muchedumbre criolla y demostraba que su valoración no debía emprenderse de acuerdo a las reglas y cánones europeos: daba una base realista a la tesis esencial de la argentinidad y sentaba la tesis de que nuestra política no es más que la lucha entre el espíritu de la tierra, amplio, generoso, henchido de aspiraciones aún inconcretas y el capital extranjero que intenta constantemente someterla y juzgarla”, señaló Scalabrini al respecto.
En 1934 publicó en el exilio una serie de artículos que luego conformarían el libro “Política británica en el Río de la Plata”, en cuyas primeras páginas puede leerse: “El imperialismo económico encontró aquí campo franco. Bajo su perniciosa influencia estamos en un marasmo que puede ser letal. Todo lo que nos rodea es falso o irreal. Es falsa la historia que nos enseñaron. Falsas las creencias económicas con que nos imbuyeron. Falsa las perspectivas mundiales que nos presentan y las disyuntivas políticas que nos ofrecen. Irreales las libertades que los textos aseguran. Este libro no es más que un ejemplo de estas falsías”.
En 1935 conoció a Arturo Jauretche, con quien entabló una amistad que perduró hasta su muerte. De él dijo Jauretche, ya conformada FORJA: “Nosotros llevamos el terreno económico y social lo que la revisión histórica iba descubriendo, y percibimos el hilo conductor de los acontecimientos y la política que los dirigía. Esta fue sustancialmente la obra de Raúl Scalabrini Ortiz, cuyo talento de investigador y de escritor y su voluntad sacrificada de servir al país le costó la pérdida de todos los triunfos materiales que tenía a su disposición, pero lo premió con el título que ya nadie podrá discutirle de ‘descubridor de la realidad argentina’”. A Scalabrini se le deben los célebres Cuadernos de FORJA, donde abordó temas centrales de la dependencia argentina: los ferrocarriles, el endeudamiento financiero y el petróleo.
Un gran mérito de Scalabrini ha sido denunciar y combatir la distorsionada “historia oficial” que se enseñaba en las escuelas, escrita por los cipayos de la oligarquía liberal: “La historia oficial argentina es una obra de imaginación en que los hechos han sido consciente y deliberadamente deformados, falseados y encadenados de acuerdo a un plan preconcebido que tiende a disimular la obra de intriga cumplida por la diplomacia inglesa, promotora subterránea de los principales acontecimientos ocurridos en este continente” (...) “La reconstrucción de la historia argentina es, por eso, urgencia ineludible e impostergable. Esta nueva historia nos mostrará que los llamados ‘capitales invertidos’ no son más que el producto de la riqueza y del trabajo argentinos contabilizados a favor de Gran Bretaña”.
En 1940 apareció su libro “Política británica en el Río de la Plata”, que no tuvo repercusión crítica en ningún diario. Scalabrini denunció el rol de la prensa en un país semicolonial: “La prensa argentina es actualmente el arma más eficaz de la dominación británica. Es un arma traidora como el estilete, que hiere sin dejar huella. Un libro permanece, está en su anaquel para que lo confrontemos y ratifiquemos o denunciemos sus afirmaciones. El diario pasa. Tienen una vida efímera. Pronto se transforma en mantel o en envoltorio, pero en el espíritu desprevenido del lector va dejando un sedimento cotidiano en que se asientan, forzosamente las opiniones. Las creencias que el diario difunde son irrebatibles, porque el testimonio desaparece”. Un concepto que cobra gran vigencia en esta Argentina plagada de “demócratas bienpensantes”.
Respecto del 17 de octubre de 1945, expresó: “Era el subsuelo de la patria sublevado. Era el cimiento básico de la Nación que asomaba por primera vez en su tosca desnudez original, como asoman las épocas pretéritas de la tierra en la conmoción de terremoto” (…) “Presentía que la historia estaba pasando junto a nosotros y nos acariciaba suavemente como la brisa fresca del río. Lo que yo había soñado e intuido durante muchos años estaba allí presente, corpóreo, tenso, multifacetado, pero único en el espíritu conjunto. Eran los hombres que están solos y esperan, que iniciaban sus tareas de reivindicación. El espíritu de la tierra estaba presente como nunca creí verlo”.
Ya en el primer Gobierno Justicialista, Don Raúl se convirtió en el más acalorado propulsor de la nacionalización de los ferrocarriles, medida que se hizo efectiva el 13 de febrero de 1947. Con esto, se plasmaría en los hechos lo expuesto en su “Historia de los ferrocarriles argentinos”.
Uno de los aportes más importantes de este gran pensador nacional fue esclarecer el papel del capital extranjero en los países coloniales y semicoloniales: “Hoy es ya de conocimiento público: 1°) Que el capital extranjero no ha sido promotor del progreso, sino en la estricta medida en que convenía a los países matrices. 2°) Que el capital extranjero es el mayor enemigo de un progreso auténticamente argentino, porque todo fortalecimiento, sea material, intelectual, moral o espiritual, disminuye por simple inercia la presión de la sujeción extranjera. 3°) Que el capital no es una auténtica riqueza –producto del trabajo de otros pueblos– que se agrega al cuerpo nacional. El capital original de todas las inversiones extranjeras es mínimo hasta el desprecio. Lo fundamental de su aporte es la organización de la parte de la economía argentina que cae bajo su control de tal manera que el trabajo y la riqueza produzcan, no salud, fortaleza y bienestar interior, sino más capital extranjero. 4°) Que la influencia del capital extranjero trasciende los límites de su actividad e inficiona con su mefítica influencia todas las jerarquías de la sociedad de tal manera que transforma en enemigos del pueblo a quienes debían ser celosos defensores de sus derechos. Estos acontecimientos adquiridos en el transcurso de los últimos 25 años son los que han acrecentado el sentimiento de resistencia hacia el capital extranjero hasta convertirlo en voluntad de lucha defensiva”.
Raúl Scalabrini Ortiz falleció el 30 de mayo de 1959, en la querida biblioteca de su casa de Olivos. A respecto, en 2008 también se presentó un proyecto de ley que solicita la expropiación de ese inmueble, ubicado en Alberdi 1164 de esa localidad, a efectos de crear un museo y una biblioteca dedicados a difundir su obra.
Desde aquí, el homenaje permanente de Los Caniches de Perón para Don Scalabrini, FORJAdor del pensamiento nacional.
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