Veintiséis años han pasado desde que los argentinos recuperamos el Sistema Democrático como forma de vida en nuestro País y, en lo que a medios de comunicación se refiere, seguimos regidos por una ley de facto que, a pesar de los cambios que le han introducido distintos Gobiernos constitucionales, continúa representando una falta de respeto al orden constitucional.
En los años oscuros de la dictadura militar, la censura fue una de las armas más importantes que emplearon los tiranos para proteger tanto la impunidad de sus crímenes como su nefasto plan de destrucción de la economía nacional.
La Ley de Radiodifusión fue la herramienta que crearon los usurpadores del poder del pueblo para acallar voces disidentes. En aquellas épocas, algunos compañeros nos animamos a crear lo que después se denominó “la movida de revistas subterráneas”.
Fue una resistencia informativa hecha a pulmón, con ediciones y distribución casera. Así, enfrentamos la censura de la dictadura para decir lo que no se podía decir. Sufrimos persecuciones, fuimos en cana, nos bancamos allanamientos, nos quemaron ediciones completas. Pero a principios de los años 80, éramos más de 200 revistas en todo el País.
De este modo, la idea de la contracultura significó el rechazo al sistema económico, social, cultural y político impuesto por la dictadura más sangrienta que vivió nuestro pueblo. Estos medios de análisis, expresión y resistencia prácticamente caseros, lograron romper la mordaza impuesta por aquellos que predicaban ser “derechos y humanos” mientras asesinaban a una generación de argentinos con total impunidad.
Con el advenimiento de la Democracia, todos supusimos que la norma de la censura iba a ser derogada. Pero no fue así. Las presiones de los empresarios periodísticos que habían crecido al amparo de la Ley de Radiodifusión, sabotearon una y otra vez los intentos del gobierno de Raúl Alfonsín por sustituir la ley mordaza.
Las nuevas tecnologías surgidas en esos años posibilitaron que la movida de las revistas subterráneas fuera mutando lentamente hacia las gloriosas FM “truchas”, únicos medios periodísticos que daban voz a quienes no tenían la posibilidad de expresarse en los medios que dominaban el pensamiento y la palabra, y que extorsionaban continuamente al Gobierno votado por el pueblo para mantener sus privilegios.
El Movimiento de Radios Alternativas también sufrió persecuciones, decomisos, juicios y todo tipo de hostigamientos. El Estado, amparado en la Ley de Radiodifusión de la dictadura, se convirtió en gendarme de los monopolios informativos. A tal punto, que los canales de televisión, aún en manos del Estado, eran capitaneados por gerentes que respondían a los consorcios mediáticos.
Con la llegada del Presidente Carlos Saúl Menem, la situación se agravó. Los monopolios se concentraron aún más a raíz de las modificaciones realizadas a la ley de la dictadura y a partir de la privatización de los canales de aire. La llegada del cable y la adjudicación de licencias FM a los dueños de la palabra y el pensamiento terminaron por consolidar la dictadura mediática que padecemos actualmente.
En el contexto de la Década Infame de los 90, la única resistencia informativa continuaban siendo las radios alternativas o comunitarias. Dada la masividad de este movimiento, el gobierno de Menem se vio obligado a otorgar los famosos PPP, algo así como un marco jurídico muy precario para que pudiesen transmitir a la sombra de la ley de la dictadura.
En definitiva, todo era un parche: la prioridad no era asegurar el derecho a la información del pueblo; por el contrario, todo se reglamentaba en función de custodiar los intereses de los monopolios informativos.
Ya en el tercer milenio, y luego la fugaz y caótica gestión de la Alianza –tanto en este tema como en muchos otros– las empresas periodísticas incrementaron su poder a partir del fenómeno Internet. Entre tres o cuatro grupos, no sólo regulaban los medios gráficos, la televisión abierta y el cable: ahora también ejercían control sobre la red global. Siempre amparados en la ley de la dictadura, los ya oligopolios mediáticos marcaban agenda política en la Argentina a partir de sus intereses.
Los únicos medios que seguían resistiendo eran las radios comunitarias. El único espacio democrático de la palabra seguía siendo jurídicamente precario para el Estado, aunque popularmente legítimo.
En 2001 explotó todo. Quizá, la enseñanza más importante que nos dejó esa tragedia es que la democracia no puede ser formal, que ningún grupo corporativo puede tener más poder que el Estado, porque cuando esto sucede la democracia es precaria, ella también tiene un PPP –como las radios comunitarias– que le permite subsistir en la ley de la dictadura de las corporaciones.
Desde el año 2003, no cabe duda, tenemos un gobierno que está dotando de contenido a la democracia formal tanto en lo económico como en lo político y lo social. Algo ha cambiado, yo diría que mucho, para mejor. El gobierno del ex Presidente Kirchner marcó un antes y un después en muchos de estos temas, pero el Estado no tuvo la fortaleza suficiente como para avanzar contra el poder concentrado y extorsionador de las corporaciones mediáticas.
En este contexto, la resistencia informativa tomó distintos caminos. Ante la imposibilidad de acceder a los canales de cable, que poco a poco fueron “chupados” por los oligopolios, sumado esto a las barreras ideológicas que los canales de aire y las radios del sistema mediático oponían a las voces disidentes con sus intereses, y la unificación del discurso en la prensa escrita, salvo excepciones, las probabilidades de ejercer la libertad de expresión y el derecho a una información plural eran cada vez menores.
El filósofo José Pablo Feinmann escribió en aquel momento: “Quién es la oposición y quién el oficialismo… yo diría que el gobierno es la oposición del oficialismo histórico de la Argentina, por eso yo, como el Gobierno, soy opositor”.
Y así es que los opositores al oficialismo histórico de nuestra Nación seguimos buscando perforar el discurso y el poder del establishment mediático-económico. Como el Gobierno Nacional, intentamos construir una Argentina para Todos, y para ello es fundamental derogar todas las leyes de la última dictadura militar, que constituyen la base de la Argentina para pocos del oficialismo histórico.
Con Cristina Kirchner en el Gobierno, y con la intención de profundizar la redistribución de la riqueza, se generó el paro patronal más salvaje de la historia Argentina. La famosa ley 125 dejó al descubierto quién esta de cada lado. La corporación mediática, la corporación financiera, una parte de la corporación industrial, y por supuesto la oligarquía agroexportadora y la Patria Sojera, confrontaron abiertamente el orden institucional. Apoyados en la cadena mediática, los patrones del campo instalaron un conflicto sectorial y lo convirtieron en una “guerra gaucha”.
Nunca antes se evidenció con tanta claridad la concentración mediática, el discurso único, la miserable adjetivación racista. De un lado estaban los ciudadanos; del otro, los feos, sucios y malos, piqueteros, clientes del sistema político, sindicalistas, militantes. Ninguno de ellos movilizados por convicción, como los republicanos campestres; por el contrario, a los “morochos” los movía el interés por viajar en micro, tomar coca cola y comer un choripán.
A la dictadura mediática de ese momento se le oponían las radios alternativas, algunos medios escritos, radios PYMES del interior, los canales de TV comunitarios de baja potencia y un nuevo elemento emergente: los blogs en Internet. Éramos pequeñas hormiguitas tratando de vencer al elefante. La ley de radiodifusión de la dictadura no permitía otra forma de contrainformación, y las corporaciones amparadas en esa ley censuraban al propio gobierno elegido por el pueblo.
El movimiento bloguero creció a raíz del hartazgo que generó soportar el discurso único y xenofóbico de la Cadena Nacional Destituyente. Hoy, los blogs de resistencia informativa se cuentan por centenares. Algunos individuales, otros colectivos, escritos por periodistas, docentes, estudiantes, militantes políticos y sociales, obreros, jóvenes, viejos. Hay de todo, pero el objetivo es uno solo: romper la censura de los oligopolios mediáticos.
Los Blogs son la última herramienta que estamos utilizando quienes venimos luchando por la pluralidad informativa. Y a pesar de que Internet es una red global, las tijeras de la corporación mediática nos censuraron muchas veces con argumentos ridículos sustentados en derechos de propiedad sobre imágenes de video, o de ciertas palabras, como “clarín”.
La censura de la dictadura mediática ya eliminó videos, cerró y difamó en distintas notas a varios blogs. De hecho, sigue amparándose en la ley de la dictadura para ejercer el control de la información en nuestro País.
Para terminar, pregunto:
¿Cuándo dejaremos de cumplir con una orden militar?
¿Si los ciudadanos comunes le hicimos frente y desobedecimos la ley de radiodifusión de la dictadura desde su creación, qué esperan los representantes del pueblo para sancionar una ley de la democracia que nos contenga a todos?
¿Por qué hoy no es el momento de derogar una orden militar impartida por el asesino Videla?
Y les pregunto a los bloques de la oposición:
¿Estamos en presencia de un nuevo “borocotazo”, donde muchos diputados, por no perder algunas líneas o minutos de aire en los monopolios mediáticos, cambiarán su pertenencia política hacia el partido del Grupo de Tareas Clarín?
El Caniche Chino
Los Caniches de Perón
Integrante del MOVIMIENTO PERONISTA BLOGUERO
Bravo! Aplausos, carajo!
ResponderBorrarabrazo grande!