R.I.P. A LA INFORMACIÓN

Por estos días estamos asistiendo a la muerte de la información. Me refiero a la información en los grandes medios de comunicación gráfica, sobre todo en los dos grandes diarios que, hasta no hace mucho, representaban “la voz del común de la gente” en el inconsciente colectivo. Fruto de años de trabajo casi incansable, de aprietes, de negociados, de relación con la dictadura como órgano de difusión de su macabro plan, cuando, por ejemplo, transformaban los fusilamientos en supuestos “enfrentamientos”.

Derrotada la dictadura y conquistada la democracia, hemos visto cómo esos mismos medios se transformaban en paladines de la defensa del Estado de Derecho, de la libertad de expresión. Vimos desfilar algunos siniestros personajes, muchos de los cuales habían sido condecorados por los genocidas como dueños de la palabra. Hubo desde ahí una necesidad casi imperiosa de verdad, desde el trabajo incansable de las Madres, de los familiares de los desaparecidos, por justicia, la que en algún momento vio la luz con el enjuiciamiento de los jerarcas militares. La luz de un fósforo, porque enseguida vinieron la Obediencia Debida y el Punto Final, y más tarde los oprobiosos indultos para regresar a los años de oscurantismo e injusticia.

Ya en el nuevo siglo, el gobierno nacional y popular presidido por Néstor Kirchner empezó a ordenar la cosa: se anularon todas las leyes del “perdón” y la Justicia empezó a actuar, no solo por decisión propia sino también a raíz de un fuerte impulso político. Todos los estamentos de la sociedad empezaron a ordenarse bajo los lineamientos de una democracia con mayúsculas. Pero a esa democracia le faltaba voz.

Esa ansiada libertad de expresión no era lo que debía ser. Casualidades o causalidades, en este país los dueños de la palabra eran los mismos que la habían cercenado durante los años de la dictadura, y seguían cooptando la posibilidad de decir lo que queríamos, lo pensábamos, era una ofensa a “su” libertad de expresión. Subrayo SU, porque ellos creen que les pertenece. Craso error, la palabra nos pertenece a todos, y ya era hora de recuperar lo nuestro: dejar de ser mudos.

Claro, hubo intentos por revertir esta situación, desde Alfonsín hasta De la Rúa. Pero los esfuerzos de estos gobiernos fueron mínimos, dignos de presidentes radicales. Fue necesario un verdadero gobierno del pueblo -y si hablamos de pueblo hablamos de peronismo en este país- para enfrentar a estos grupos poderosos, los que no escatimaron esfuerzos en coquetear con el ex presidente Néstor Kirchner, dicho por él mismo. Hubo también aprietes por parte del director del diario LA NACION, y flores tiradas por el “gran diario argentino”, hasta que percibieron que comenzaba a asomar una nueva etapa en la política argentina, la cual terminó de vislumbrarse a toda luces durante este gobierno presidido por Cristina Fernández de Kirchner.

La primera batalla librada fue el conflicto de las patronales agrarias, punta de lanza en que se encolumnaron desde las derechas más reaccionarias hasta las izquierdas retrógradas, sumando a sus filas no sólo los intereses de la oligarquía agraria sino, por antonomasia, a la presión ejercida por los grandes multimedios de comunicación, actores muy comprometidos en la cuestión agraria. Para ejemplo basta un botón: Expoagro es bancada por los suplementos rurales de La Nación y Clarín, al tiempo que el Ingeniero Huergo, director de este último, es uno de los grandes responsables de la entrada de la soja transgénica a nuestras pampas. Pero las batallas serían sucesivas, luego de la agraria vendría - a mi entender la más importante- la recuperación por parte del Estado de los fondos de la jubilaciones y pensiones, el colofón de un negocio espurio ligado a las AFJP.

Y digo el más importante porque el diario con mayor influencia en la Argentina especulaba con los aportes de los trabajadores activos en la timba bursátil, imponiendo y manejando los rumores económicos a su conveniencia, empleando todo su ejército de medios: radios, canales, repetidoras, servidores de Internet, cableoperadores, así como sus generales mediáticos, esos “periodistas independientes” devenidos demócratas de lujo que elevan su voz solo cuando los intereses de sus patrones se ven afectados, lo cual está muy lejos de la independencia que tanto pregonan.

El verdadero objetivo de estas líneas es darle marco a un conflicto que se desató este verano en Argentina a raíz del manejo de las reservas del BCRA y de quien presidía este organismo tan importante para nuestra economía. Vimos como, nuevamente, ese mismo eje mediático se encolumnó en defensa de Martín Redrado. No es casual que los lineamientos económicos y el manejo de la palabra hayan sido dos estamentos que casi no sufrieron cambios desde la dictadura hasta nuestros días.

Hubo una constante simbiosis entre ambos. La prensa supo cambiar ministros de economía y éstos marcaron políticas que favorecieron al sistema financiero, en el cual jugaban casi en tinieblas los grandes actores de la “prensa libre”: desde los años 90 fue prácticamente una constante que los controladores de la economía argentina se acogieran al Consenso de Washington. Esto no era materia de discusión, los nombres se repetían y las cosas eran siempre iguales: los ajustes como constante. El pueblo era el ajustado y los poderosos los beneficiados.

Pero en diciembre de 2001 el pueblo salió a la calle y dijo BASTA, tiñendo con su sangre el ardiente asfalto. Esa Alianza diagramada e impuesta por Clarín llegaba a su fin, máxime luego de las elecciones ganadas por Néstor Kirchner. La economía tomó un rumbo diferente y empezó a delinearse una política nacional sustentada en “vivir con lo nuestro”, lo cual sin duda implicaría serias consecuencias. Los especuladores de siempre, los que tanto ganaron con la Argentina, por caso el FMI, vieron desinflarse sus arcas. La que otrora fuera la “puta del mundo”, pero de una manera muy extraña, recibía las relaciones carnales y pagaba por esos servicios, ESTABA REBELANDOSE.

Los cómplices no tardaron mucho en hacer oír sus reclamos fronteras adentro. Un poco se disfrazaron, hasta que dejaron ver su verdadera cara. Nunca como antes tuvieron que salir a dar explicaciones ¿Quiénes eran? Mejor dicho, ¿quién es? ¿cómo llegó a ser lo que es? Resulta difícil explicar ese imperio que ya ataca como un partido político. Nunca tan vigente esa frase de un viejo radical, César Jaroslavsky, “pero se defienden con la libertad de expresión”. La información ya no es tal. Ahora es sólo defensa de sus intereses, a cualquier costo. Todos sus cañones están diseccionados. Su objetivo es derribar a este gobierno que “tanto mal nos esta haciendo”. En este juego perverso, su objetivo es sumar a un conjunto de la sociedad, muy privilegiado por cierto, a su trinchera.

Por eso esto de la muerte de la información, este suicidio que ellos mismos se están provocando. Ayudémoslos entonces a morir definitivamente, y empecemos a darle forma a una nueva manera de informar. Con la nueva Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual llegará esa pluralidad de voces que fueron acalladas durante estos últimos 26 años. Esto ya suena redundante, pero es la nueva realidad que nos toca construir, y nos estamos haciendo cargo.

Caniche Julián