“Vengo de una familia de militantes”, arrancó. Su abuelo, don José María García Crespo, era de Bolívar. Militante anarquista y luego peronista, fue uno de los fundadores del Sindicato de Fideeros. “Un sindicato muy raro, porque tuvo a los mejores de izquierda, como el Negro Tosco, y a los mejores de la derecha, como Taccone, si es que a eso se le puede llamar derecha…”, comenta Luis. Su abuela, Angela Prieto, nació en el Conventillo de La Paloma, barrio de San Telmo, y a principios del siglo pasado adhirió al palo de Alfredo Palacios, primer diputado socialista de América. A los 10 años de edad, su padre se vino desde Bolívar con un camionero a Buenos Aires. A los 17, no faltó a la Plaza del 17 de octubre. “Era un chico de la calle”, cuenta Luis. El muchacho vagabundeó y recaló en los conventillos de San Cristóbal, y luego en San Telmo, donde conoció a la madre de Luis. “Mi viejo entró a trabajar en la Compañía Argentina de Electricidad, donde era delegado de base, y acompañó el proceso del peronismo.” El matrimonio entró en el Plan Eva Perón, y en los años 50 se afincó a La Matanza. “Yo nací en el barrio Peluffo, que está entre San Justo y Morón, en una punta del distrito, y a los 20 años me mudé a Isidro Casanova. Mi viejo fundó una sociedad de fomento. En aquel entonces, el mix era entre el Sindicato de Luz y Fuerza y la militancia barrial, con todas las cosas culturales que desarrollábamos antes en los barrios. Cuando los montos matan a Aramburu, yo tendría unos 12 años. Mi viejo hizo un asado con los vecinos. Yo no entendía bien qué pasaba; lo entendí después, con los años.”
Años de oro y años de plomo
Luis D’Elía empezó a militar en el glorioso 1973, en la Coordinadora de Estudiantes Secundarios Zona Oeste, “donde en el ‘75 la Triple A asesinó a algunos compañeros”. Fue delegado de la Escuela Nº 2 de Haedo. “Eran épocas duras. Un día, en la galería de Proveeduría Deportiva de Morón, calle Rivadavia, nos agarra un grupo de tipos de civil que nos pone boca abajo y nos martilla la ametralladora sin la carga, que tira en seco. ¡Casi nos morimos del cagazo, éramos pibes de 14 o 15 años!” Se viene la dictadura, y el grupo de militantes secundarios encuentra amparo en el Teologado de San Justo, a cargo del sacerdote Enrique Lapadula. “Eramos como 20 compañeros que no salíamos ni a la puerta. Había algunos pibes en tránsito que venían desde Chile, esperando el salvoconducto para Suecia.” Cuando la cosa se relajó un poco, empezó a militar en la Comunidad Eclesial de Base. “El único espacio en que se podía militar era la Iglesia. Una experiencia lindísima, la Teología de la Liberación”. En el ‘79 se incorporó al SERPAJ, donde terminó como responsable del Zonal Oeste. “En aquella época, el peso lo tenían los religiosos, porque el hábito jugaba como escudo. Lo que nos protegía en ese momento era la prensa extranjera: la agencia francesa, alemana, italiana.” Por aquel entonces, D’Elía caminó junto al recordado obispo de Quilmes, Jorge Novak; las Hermanas azules, la Iglesia de Santa Cruz, los metodistas, Mario Leonfanti, entre otros.
La Tierra
A esta altura, la charla ameritaba un nuevo descorche. Luego de cotejar algunos temas puntuales con nuestra base de datos viviente (el Caniche Forjista/Yrigoyenista), el cumpa Luis avanzó sobre una rodaja de Felipe (aún no Solá), y deslizó: “En el año ‘83 empiezo a tomar el tema tierras; milito fuerte ahí”. El hombre no comulgaba con el peronismo de Lorenzo Miguel y Herminio Iglesias, que planteaba el perdón a los milicos o, mejor, la amnistía. Así, adhirió un tiempo al Grupo Humanismo y Liberación. “Se viene la renovación del PJ, y ayudamos en el proceso. Tomo el tema tierras, y en el 87 soy designado por Cafiero Consejero General de Educación bonaerense, pero me voy a mediados de los 90, en desacuerdo con el menemismo.” Durante 5 años, deja la militancia política para ocuparse del aspecto social, hasta que se arman el Frente Grande y la CTA territorial, consagrándose concejal en el 97. Después, se metería de lleno en el movimiento de desocupados.
El Tambo
“En el 85, yo vivía con mi mujer en al Barrio San Pedro, al lado de El Tambo, en una casa que nos prestaba Pérez Esquivel. Militábamos los dos, por eso no se complicaron las cosas.” Justamente, en marzo de ese año La Matanza sufrió terribles inundaciones, con 80.000 evacuados. “Estuvimos un mes sin clases. Un día, sentado en la escalera del colegio, digo ‘esto no va más’. Yo tenía mucho contacto, desde 1980, con las tomas de Quilmes. Mucha gente de esa época milita ahora conmigo en el FTV, como Juan Carlos Sánchez. El foco de la Teología de la Libreración era Quilmes: Angel Caputo, Raúl Berardo y el obispo Jorge Novak, que jugaba fuerte en esa línea.” Comenzaron las asambleas con la gente evacuada. “Hay que tomar tierras, salir de ahí”, era la consigna. No faltaban condiciones objetivas para hacerlo: casas tapadas de agua hasta el techo, varios muertos, pérdidas catastróficas. “Arranqué con 20 familias y terminé con 7.000. Son tres barrios que se hicieron juntos: El Tambo, el 17 de Marzo y el 22 de Enero, que hoy tiene 6.000 familias. Un cura amigo, Fernando Monti, siempre me decía: ‘Te reconozco una gran capacidad para conducir el quilombo’.”
Y se terminaron tomando las tierras nomás. Incluso, el eje del debate Casella-Cafiero fue qué se iba a hacer con las tierras urbanas. “Cuando los vecinos se cooperativizan, hacen la infraestructura del servicio y la comunitaria, y encima juntan 250 mil dólares de ellos, le pagan la tierra al Estado, y todo el mundo tiene su escritura, es una experiencia importante. Por eso, cuando De Narváez compró un tipo hace poco para que me puteara, la gente del barrio dijo ‘¿qué le pasa a este tipo, está loco?’ Es un pibe que fue compañero muchos años, y en algún momento hizo un quiebre. Eso es plata de De Narváez, no hay otra explicación. Son 20 personas, el ‘FTV Disidente’. Y, encima, de esos 20, ya se vinieron 16 con nosotros.” Durante los ’90 se creó en El Tambo una fuerte infraestructura comunitaria: dos guarderías, un gimnasio, la escuela –que tiene a D’Elía como maestro titular–, un centro de salud, entre otras cosas, y hasta una iglesia. “La iglesia la desarmamos, estamos haciendo un hogar para pibes de la calle. El cura vino con un viejo planteo de la Iglesia que es inaceptable: hay que donarle los terrenos y la obra al Obispado. Yo le dije ‘no, papá, la iglesia es de la cooperativa, de los vecinos. Si no te gusta, la desarmamos, desclavamos todo y armamos otra cosa’. El cura venía con el argumento de que para que haya catolicidad tiene que haber titularidad en los bienes... Además de todo eso, con la plata que sobró nos compramos dos barrios más."
El trabajo, la profundización del modelo inclusivo, la educación
Mientras se gestaba la primera ronda de mate, el canichaje se acurrucaba en los rincones de la cucha para combatir el torniquete invernal, y echaba a rodar un tema: se acabaron los gloriosos años del pleno empleo, ¿cómo hacemos para no quedar afuera? “El problema del trabajo es muy profundo. Nosotros creemos que el 70% de la clase obrera está afuera de la CGT y de la CTA, porque es víctima de la baja de calidad en el empleo. Aunque se gane la pelea contra el trabajo en negro, el trabajo va a seguir siendo transitorio y precario en lo legal. El trabajo para toda la vida, aún en el sector privado, no existe más. Entonces, la clase obrera debe reflexionar sobre su propia identidad y sobre sus instrumentos organizativos, que es lo que estamos intentando hacer nosotros”, asegura Luis, y destaca la experiencia de Canadá. “Los canadienses han avanzado en un sistema de organización sindical que en una primera instancia resulta interesante. Ellos plantean uniones sindicales con laburos permanentes para los transitorios y precarios; capacitación permanente, cobertura social y previsional. De este modo, de alguna manera tienen laburo para toda la vida, nunca en el mismo lugar. La Unión te manda tres meses a laburar al aeropuerto, después te manda a cosechar, etc. Pero te cuida. Ahora estoy por viajar a Toronto, donde tengo una amiga, Naomi Klein, la autora de “No logo" (un libro antiglobalización que desenmascara a la “nueva economía” y devela el modo en que ha incumplido toda sus promesas). Creo que acá tenemos que reflexionar sobre cuáles son los instrumentos organizativos de la clase y preguntarnos, desde la identidad de los trabajadores, si se llegan a defender todos los derechos civiles.”
En ese marco, y ya hincándole el diente a las sublimes “bombitas rodríguez” de chocolate que prepara la Caniche Patricia, la conversa derivó hacia la profundización del modelo inclusivo. “Hay todo un debate. Lozano dice ‘salario universal con hijos’. Yo creo que no debe haber sólo políticas distributivas, sino también organizativas de la clase. Pinochet también utilizaba políticas universales, que eran para desmovilizar, desorganizar, frenar. Nosotros tenemos que buscarle vuelta. El esquema de las cooperativas que plantea el Gobierno está bien, aunque se lo dieron a los intendentes. De todos modos, vamos a operar ahí. La cooperativa te pone en una situación distinta: no sos ni patrón ni asalariado; sos actor. Nosotros creemos que hoy faltan instrumentos para pelear por el salario indirecto. Porque los sindicatos te dicen ‘aumento de sueldo’; está bien, pero ¿qué pasa con la vivienda, la tierra, la salud, el hábitat…? Hay que buscar instrumentos que nos permitan organizar a la clase desde otro lugar. Hay que avanzar en el tema distributivo por las dos vías: directa e indirecta. Hay que vincular mucho más la educación con el laburo, los programas de terminalidad de primaria y secundaria, que vendrían a ser millones hoy, porque es lo que iguala y nos ayuda a acceder al laburo. Nosotros tenemos 1.100 centros de alfabetizadores en todo el país.”
CONTINUARÁ
cada vez mas bronca me da!!!! y esas bombitas, mmmmm, con el tintito!!!!! Que capo Luis, eh!! muy buena la nota, cumpas!!!!es muy interesante lo que plantea como el caso Canadá, habrá que empezar a investigarlo y participar, no?
ResponderBorrarespero la segunda nota!!!!!
sanamente: cuanta envidia tener al gordo comiendo en casa. Felicitaciones, excelente nota. Un aplauso.
ResponderBorrar